¿Y ahora qué?
Ramón Zurita Sahagún lunes 14, Ago 2017De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Terminó el circo o asamblea priísta, donde todo salió de acuerdo a lo orquestado. Se eliminaron candados de diez años de militancia para aspirar a la candidatura presidencial, se rechazó una consulta abierta para seleccionar al candidato y se frenará a los chapulines por el principio de representación proporcional.
El presidente Enrique Peña Nieto salió fortalecido, su partido fragmentado y se redujo drásticamente el círculo de aspirantes a la nominación presidencial del partido.
Se presentó y placeó oficialmente a José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Hacienda y Crédito Público como simpatizante del partido y fue bien acogido por los priístas ahí presentes.
Se lanzaron en contra de la corrupción y todos los diez mil asistentes a la clausura aplaudieron por lo exitoso de la convención partidista.
El Presidente recuperó plenamente su facultad de designar al abanderado de ese partido y la baraja de aspirantes se redujo sensiblemente.
Los priístas acostumbraban jugar con una baraja amplia, la que en tiempos recientes se acortó notablemente, algunas veces obligados por las circunstancias imperantes.
Con Luis Echeverría fueron siete los aspirantes destapados por el entonces secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade.
Los secretarios de Gobernación, Mario Moya Palencia; Hacienda, José López Portillo; Presidencia, Hugo Cervantes del Río; Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo; Augusto Gómez Villanueva, secretario de la Reforma Agraria; Luis Enrique Bracamontes, secretario de Comunicaciones y Transportes y Carlos Gálvez Betancourt, director del IMSS, fueron inscritos en esa supuesta final.
Finalmente, José López Portillo fue el seleccionado, sin importar que el entonces dirigente nacional del PRI, Jesús Reyes Heroles, había pronunciado las mágicas palabras que hoy son repetidas constantemente: primero el programa y después el hombre.
López Portillo utilizó otra estrategia pero dejó correr los nombres de Pedro Ojeda Paullada, secretario del Trabajo; Jorge de la Vega Domínguez, secretario de Comercio; Javier García Paniagua, secretario de la Reforma Agraria; Miguel de la Madrid Hurtado, secretario de Programación y Presupuesto, quien fue el ungido.
Con Miguel de la Madrid Hurtado se recurrió al uso de una pasarela para seis elegidos dentro del gabinete presidencial, del que saldría el candidato presidencial: Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación; Alfredo del Mazo González, secretario de Energía; Ramón Aguirre Velázquez, regente del Distrito Federal; Miguel González Avelar, secretario de Educación Pública, Sergio García Ramírez, procurador general de la República y Carlos Salinas de Gortari, secretario de Programación y Presupuesto, quien recibió la bendición presidencial.
Salinas de Gortari jugó solamente con dos, el regente Víctor Manuel Camacho Solís y el secretario de Desarrollo Social, Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien resultó seleccionado candidato en primera instancia. El crimen de Colosio Murrieta obligó a buscar un candidato sustituto, quedando solamente Ernesto Zedillo Ponce de León, coordinador de la campaña presidencial y ex secretario de Educación Pública, ya que los miembros del gabinete presidencial se encontraban impedidos por la ley.
Zedillo Ponce de León se vio impedido por los cerrojos adoptados por los militantes de su partido de designar al candidato en forma directa y tuvo que abrir la elección del aspirante en una interna, en la que participaron el entonces gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo Pintado; el ex gobernador de Puebla, Manuel Bartlett Díaz; el ex dirigente del PRI, Humberto Roque Villanueva y el secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, quien ganó la interna, considerada fraudulenta y luego perdió la constitucional.
El siguiente candidato presidencial, sin Presidente de la República priísta, surgió de otra interna entre Roberto Madrazo Pintado y Everardo Moreno Cruz, luego de que el otro aspirante Arturo Montiel Rojas fuese evidenciado como propietario de una gran riqueza.
Otra vez sin Ejecutivo federal tricolor, la baraja se redujo a solamente dos aspirantes, Enrique Peña Nieto (triunfador) y Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien se retiró de la contienda.
Ahora regresando a gobernar los priístas ensayarán de nueva cuenta dejar en manos del Ejecutivo federal la decisión suprema de seleccionar a su candidato presidencial.
Con las nuevas reglas, el círculo de aspirantes parece reducido a unos cuantos personajes cercanos, principalmente al entorno presidencial.
Los nombres que se mencionan para que de ahí surja el candidato presidencial del partido son: José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Hacienda y Crédito Público; Aurelio Nuño Mayer, secretario de Educación Pública y José Ramón Narro Robles, secretario de Salud. Otros como Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación; Luis Videgaray Caso, secretario de Relaciones Exteriores; Enrique de la Madrid Cordero, secretario de Turismo y Eruviel Ávila Villegas, gobernador del Estado de México, tienden a desdibujarse.
Se frustra el destape de Monreal
Ricardo Monreal Ávila, jefe delegacional en Cuauhtémoc es uno de los principales prospectos de Morena para competir por el gobierno de la Ciudad de México.
El ex gobernador de Zacatecas compite contra Claudia Sheinbaum, jefa delegacional en Tlalpan y Martí Batres Guadarrama, dirigente del partido en CDMX.
Ayer domingo, Monreal Ávila movió sus huestes de las distintas delegaciones de la capital del país, los pasearon por la explanada de Cuauhtémoc, luego los llevaron al Monumento a la Revolución, para la magna concentración, sin que el aspirante a gobernar apareciese por algún lado.
Aburridos los convocados se fueron marchando, eso sí, provistos de su jugo y torta, algo que aprendió y no olvida en su militancia por el PRI, el PRD y otros partidos por los que pasó, antes de sumarse a Morena.
Furiosos se fueron muchos de los asistentes, a los que no les cumplieron lo ofrecido y fueron llevados desde las siete de la mañana soportando calor y sol.